Año escolar 2015-2016 finaliza entre hambre, crimen y emigración

(Valencia, 24 de julio. Resteado en la Noticia).- La crisis económica entró de lleno en los salones de clases. Así como sube la inflación, aumentan las dificultades para impartir y recibir una educación de calidad. 

Cada día el esfuerzo que deben hacer los maestros para no desistir y mantenerse en sus puestos de trabajo es mayor, mientras que la deserción escolar no parece tener freno. 

Los estantes de los supermercados siguen vacíos y los pupitres en los colegios se contagian de esta misma condición. La escasez y la mala alimentación han sido el común denominador de este año escolar que termina con depresión e impotencia.

Los niños de primaria evitan gastar energías en juegos y suplican por meriendas en sus colegios. Los más grandes de segunda etapa pierden evaluaciones para acompañar a sus mamás a comprar comida. 


Los adolescentes de bachillerato analizan el panorama y optan por desechar sus sueños de ser profesionales para solucionar las necesidades de sus hogares con oficios informales.

Los docentes evalúan con dureza el periodo escolar que termina este mes. La situación económica disminuye el rendimiento académico y la única opción que tienen los profesores es adaptarse a las circunstancias e ingeniar nuevas estrategias de enseñanza. Sus responsabilidades ahora incluyen sumas de desmayos semanales, división en varias partes de sus almuerzos, multiplicaciones de la paciencia y análisis de porcentajes de inasistencias. 

En las escuelas públicas deben hacer frente al robo de alimentos y en las privadas, al retiro de estudiantes que abandonan el país.

En la memoria y cuenta de 2015 del Ministerio de Educación se señala que 32 millardos de bolívares se destinaron a la Corporación Nacional de Alimentación Escolar (CNAE) para cubrir los gastos en comida de 4 millones de estudiantes: apenas 8.000 bolívares para cada uno durante todo el año.

 No es extraño entonces que el programa de alimentación se reparta en algunas instituciones sin los nutrientes necesarios, que sea insuficiente para todos los estudiantes o simplemente que no llegue.

Otro problema asociado al programa es su falta de flexibilidad porque no permite destinar recursos para renovar equipos y hacerles mantenimiento a todas las cocinas. 

Ramos agrega que hay escuelas con el refrigerador dañado, pues no tienen presupuesto para repararlo y mientras esperan que el ministerio responda sus demandas, los representantes se llevan la comida para almacenarla en sus casas. El riesgo que se corre es que no la devuelvan completa, dado que tuvieron la necesidad de usarla.

A esto se añade el mecanismo que emplea el ministerio para distribuir los alimentos: “Antes Mercal y Pdval tenían un contrato con proveedores para llevar los insumos hasta las escuelas. Ahora solo se les avisa a las instituciones que busquen lo que les corresponde. 

Deben asumir un costo adicional y contratar un transporte específico con ciertas condiciones establecidas en el manual del antiguo Programa de Alimentación Escolar. El asunto de que la educación pública es gratuita termina siendo una de las grandes falacias de este gobierno”.



FUENTE: EL NACIONAL
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